Per Enrique Masiá Buades.
Coordinador del Foro SCdA
Como ya indicó el filósofo y científico político Jürgen Habermas, la existencia de una sociedad civil diferenciada de la sociedad política es condición necesaria para una democracia plena. Esta idea es hoy ampliamente aceptada en la moderna teoría política. Es esencial para que el poder no se concentre en manos de unos pocos y que se protejan los derechos y las libertades individuales. Una sociedad civil fuerte sirve de contrapeso al poder político y económico, promoviendo la rendición de cuentas y la transparencia en la toma de decisiones políticas.
Sin embargo, desde los inicios de la Democracia en España, los diferentes partidos políticos se lanzaron a promover entidades ex novo – básicamente asociaciones y fundaciones – que actúan como correas de transmisión de sus estrategias, mediante congresos, cursos, publicaciones, escuelas de verano, etc. Esto es legítimo y no hay nada que objetar. Pero el problema nos lo encontramos en que, además de ello, en un intento descarado de controlar a la sociedad, han conseguido colocar a sus peones en las instituciones de gran influencia económico-social (medios de comunicación, sindicatos, cámaras, universidades, asociaciones empresariales, culturales,
deportivas, festivas, religiosas, de vecinos, … ), desvirtuando sus fines, frente a la pasividad de sus bases, que no han sabido, querido, podido o interesado enfrentarse a este dirigismo e intervencionismo político. Son innumerables los casos. El resultado es conocido: vivimos en una partitocracia en vez de en una verdadera democracia. Desde el movimiento Sociedad Civil dudamos que esto haya sido lo mejor para España y para la vida de los españoles.
El resultado de todas estas estrategias lo podemos ver claramente en varios ejemplos: la nueva Ley de Universidades abre las puertas a la politización de los claustros universitarios y de sus equipos directivos, dando pie al intervencionismo. Y el “procés polític” en Cataluña no habría sido posible sin la amplia actividad social militante de entidades como la Assamblea Nacional de Catalunya y Ômnium Cultural.
Vemos además que las entidades politizadas se muestran sumamente activas y críticas respecto al gobierno de turno, cuando éste es de color contrario al de sus dirigentes. Y se quedan rápidamente “calladas como muertos” en cuanto el gobierno cambia y pasa a ser “de su color”. En Alcoy, sin ir más lejos, basta repasar la hemeroteca para ver qué asociaciones se manifestaban semanalmente en la Plaza de España, antes del 1 de junio del 2018, y preguntarse por qué han dejado de hacerlo,
desde esa fecha.
Otro ejemplo: en el actual movimiento social que asistimos en España, debido a la mala situación de la Sanidad Pública en toda ella, y no sólo en la Comunidad Autónoma de Madrid, tenemos también una buena muestra de esta dualidad. Revise el lector las distintas acciones propuestas, apoyadas u obviadas por los diferentes “sindicatos médicos”, ya sean “profesionales” o “ramas sindicales de…” y podrá comprobarlo. La gran diferencia la podremos constatar esta semana próxima con las acciones y posicionamientos de unos y otros ante las anunciadas acciones de protesta del mundo sanitario.
Y más de lo mismo con las reivindicaciones y protestas de los letrados judiciales.
Frente a esta realidad, en la que el platillo de la balanza de la influencia de las instituciones politizadas pesa mucho más que el platillo de las entidades independientes de los políticos – ¡de cualquier color! – cabe preguntarse seriamente: ¿esta existencia de entidades politizadas es buena o mala para la sociedad?
Desde Sociedad Civil creemos que toda entidad, que no sea estrictamente una rama de la
administración pública, debe ser independiente (no dependiente) de todo dirigismo político. Y esto incluye a los “organismos autónomos” de la Administración del Estado.
Si bien sabemos que no hay verdadera asepsia política, es muy diferente la actitud del plantear y discutir alternativas para que el responsable coyuntural de una entidad pueda elegir la mejor entre ellas, de las decisiones que pueda tomar dicho responsable, como consecuencia de su partidismo personal. Insistimos, del color que sea.
Las entidades libres de injerencia política pueden ser molestas a los mandamases políticos del momento, pero si cumplen honestamente su función de crítica constructiva y de colaboración activa social, facilitan y fortalecen el pacto social democrático, con resultados positivos y mejores que los obtenidos mediante una política de crispación y enfrentamiento. La transparencia de sus acciones es fundamental para ello.
Por ello desde Sociedad Civil de Alcoy defendemos y seguiremos defendiendo la necesidad de articular una sociedad civil española potente y diferenciada de la sociedad política mediante entidades libres de dirigismos partidistas. Por el bien de todos. Y no sólo de una parte.